En la Callejera…
El día que vayas, ni me saludes.
Tómame de la mano y sácame a bailar.
Abrázame violento y con ternura,
que sea aquél frontal encuentro
la presentación primera.
No me dirijas una sola palabra,
que sean los pasos sincronizados
la conversación a entablar
y un abrazo bien cerrado
el medio para comunicar.
Concédeme la mirada descansar
y de espaldas andar
que quiero por la pista caminar
sabiendo que a mi suerte no me dejarás;
sea tango, milonga o vals,
abrázame fuerte y contundente
y por encima de todo, amor mío,
no me sueltes, jamás me sueltes.
Amigarche
¿Sos vos? ¿Soy yo?
Es ausencia, es distancia;
triste ensueño, delicada falacia
por amor enmasillada...
Corazones agrietados
que sumados no valen
sino arrepentidos albores
y entenebrecidos monosílabos,
clamores noctívagos al dios de todos,
al dios de nadie; dos mitades que en pretexto de a Eros apaciguar
en la penumbra el vacío individual esfuerzan silenciar...
Al final, qué más da si cada cual su propia trinchera ha de salvaguardar.
Poema XXIII
Con premura de amores
por la vía siniestra me sujetas,
mientras que diestro sostienes gélida daga
pronta a lacerar.
En danzas nocturnas
nos recibe la luna;
nos consume en pasiones.
Los días son largos
y tan lejana tu esencia
como el otoño de la primavera.
Presto solías atender
mi clamor en tiempos pasados,
hoy sólo tu silencio
responde a mi llamado...
Amado mío,
¿dónde estamos; hacia dónde vamos?
Mirando al Sur.
Al fin cedió aquél extraño trazo en el rostro juvenil
que convexo adornaba esos ojitos negros,
ojitos negros de capulín.
Cinco noches y cuatro soles difuminaron en fúnebre recta esa coqueta sonrisa
que tanto distinguía al varón, señor entre señores por divina imposición.
Zapatos rojos, recuerdo de libertad;
dos caravanas, promesas de que un día volverá.
Equina marca, siniestro bufón, violencia nula en el corazón.
Despierta ya, joven varón, que pronto sonará tu tan anhelada canción.
Comments