Mi mamá siempre me dijo que cuando no pudiera decir algo lo escribiera y que si no sabía como escribirlo no lo pensara tanto y dejara a las ideas fluir. Eso último probablemente yo lo complementé, pero suena maduro si lo dice mi madre y como una excusa si tiene mi autoría. Una disculpa epistolar parece mejor que ir a cada casa disculpándome por lo que sea que me tenga que disculpar.
Desde las vacaciones estoy que no puedo hacer nada. Me refiero a las vacaciones de la última primavera no a estas de verano. En marzo llegué a mi límite porque estuve seis meses explotándome y rompiendo mis ilusiones. Soy de esas personas que siempre quieren hacer de todo y lo hacen sin importar que no puedan o no les salga bien. Entré a la maestría, al servicio social y al cuarto semestre de mi segunda carrera; además, estaba con esta hermosa revista a la que amo, intentando ser buena hija, hermana y amiga, enfrentándome al matrimonio y al ser mujer. En mi mente había planes con sus tiempos definidos que tenía que cumplir para lograr hacer miles de actividades más o si no…
No moriría, no nada, no pasaría nada.
Mi estrés fue tan grande que sentí que me daría el patatús (burnout). Quizá si me dio, pero no lo supe ya que dejé mi terapia para que mi psicóloga dejara de decirme que necesitaba descansar, que era suficiente o que tenía mucha vida para hacer todo eso que quería. Triunfé en mis hazañas —o eso quise pensar— porque todo salió bien, el problema surgió cuando todo terminó y no supe qué más hacer con mi vida. Finalmente todo se rompió.
Las vacaciones de semana santa no se sintieron, de pronto ya estaba en otro semestre, otro cuatrimestre, otro número de LME, por supuesto que me asusté y terminé por rendirme a un nihilismo terrible que aumentó tras mi lectura de Schopenhauer para la clase de estética. Decidí no entregar tareas, me esforcé lo mínimo y quería disfrutar del tiempo. Fue mi peor semestre, parecía que se me olvidó cómo escribir y aprendí más de Royal Match que de la historia del arte del siglo XX. Mis calificaciones son aprobatorias, a los profesores les gustaron mis trabajos, pero para mí no fue suficiente. A eso hay que aumentarle que casi repruebo en la maestría por un trabajo que se me olvidó entregar. Tuve la suerte de tener un profesor comprensivo que me enseñó que la comunicación interna te ayuda a solucionar y a evitar problemas externos.
Otra ola de tiempo ha pasado, he estado semanas sin querer hacer nada más que jugar a Sims 4 pirata en el que mis sims tienen la vida que yo anhelo mientras yo tengo problemas de postura y de salud porque se me olvida tomar agua y comer. ¡¿TENGO DEPRESIÓN?! Un tanto si por freírme la mente, el otro tanto se debía a algo inesperado para mí, obvio para los demás. Perdona que te cuente tanto, juro que llegaré a algo.
Todo fue por Cobra Kai y su última temporada dividida en tres partes. Es muy cierto que no soporto a Daniel Larusso dándoselas de perfecto cuando tiene madrales de problemas, de la misma forma que es cierto que me gusta la serie y que me ha gustado más porque le gusta a mi esposo y lo hace feliz, derivando en que me hace feliz o algo así. En mi esposo surgió una luz que me iluminó y me llevó a atenderme, espero que no le moleste que cuente nuestras cosas. Él pensó que a mi no me gustaba la serie o que no la quería ver porque el día que la vimos yo estaba inquieta y me quería ir a jugar mientras veía la serie de fondo, —yo no le veo nada de malo, así le presto más atención— le expliqué que no era así la cosa y que si me gusta la serie, hasta estaba emocionada por los spoilers que no les daré aquí, así que el se disculpó y estuvimos hablando.
Abro un grandísimo paréntesis de contexto. Yo no puedo estar quieta, tengo que hacer varias cosas para sentirme bien, de otra forma me da mucha ansiedad. La tarea la tengo que hacer con una película de fondo; para leer necesito ir en transporte público y escuchar murmullo de fondo; me es más fácil escribir un trabajo en el celular mientras voy de paseo en un carro; si me cuentas una historia te escucharé atentamente, siempre y cuando tenga algo que contar numéricamente para ocupar mi mente. En general no logro ver una película de corrido al menos que esté en el cine sin distracciones y las series se me hacen tan tediosas que no puedo estar sentada viéndolas, necesito estar haciendo algo más. MÁS, MÁS, MÁS.
En terapia estuvimos tratando el tema de al depresión y la productividad, pensé que solo era el trauma de tener que hacer algo para ser percibida o para sentir que tengo valor. Ya sabes, lo común, el sistema capitalista y la sociedad del cansancio. Regresando al tema de mi esposo, después de hablar con él me di cuenta de que algo estaba raro y que él no pensaba como yo. Tenía sentido su molestia porque nunca podemos ver series juntos, después de uno o dos capítulos quiero cambiar de actividad, hablo mientras vemos el capítulo, preparo snacks, estoy en el celular o hago lo que sea para no ver la serie, eso en el nivel aparente; ya en lo interno, me es insoportable hacer solamente una cosa, necesito hacer más para que no me invada la ansiedad que en realidad siempre está presente.
Todo lo anterior me llevó a querer atenderme. Le pregunté a mi psicóloga si todo eso era normal y dijo que no existía tal cosa como la normalidad, pero que dentro de esas diversidad de formas hay algunas hegemónicas y otras que se han catalogado como diversas. Después de un tedioso examen y de una plática muy seria aprobé el examen como tedeachosa, es decir, tengo TDAH. Tengo una cita pendiente con el psiquiatra y mi terapia va a continuar para buscar mejores estrategias para enfrentar la vida y dejar de hacer algo llamado masking con lo que encubro mis formas y aparento esa “normalidad”.
Aquí comienza el fin de este escrito. Amo este proyecto, admiro a mis escritores y me debo a nuestros lectores, pero ha sido difícil hacer algo más que dormir y jugar. La salud mental ha pasado desapercibida por cientos de años y hoy en día se intenta visibilizar la importancia de atenderse y acudir a terapia cuando algo parece estar mal. No está bien experimentar tales niveles de ansiedad y sobrepensar tanto que termines en el llanto, tampoco está bien el no poder hacer nada porque tu mente y cuerpo te impiden levantarte de la cama. Yo dejé pasar muchas cosas porque me creí débil, en vez de descansar aumenté mi carga de trabajo y me exigí más; ahora sé que hay otras formas de vivir y que es necesario priorizar nuestra salud.
Sé que mi contexto no es igual que todos y que quizá tú no tengas las posibilidades para tener ayuda de un profesional o de tomarte días de descanso y contemplación, pero no te reprimas. Te invito a externar tu sentir y a hablar con otras personas sobre cómo te sientes. Especialmente invito a mis lectoras a meditar sobre esta situación ya que muchos estudios psicológicos solamente están enfocados a hombres o infancias y el papel que se nos ha impuesto a las mujeres puede nublar el diagnóstico. Lo que está bien es estar bien, eres suficiente y te abrazo.
Esta disculpa es para mis memoriosxs y mis errantes porque no me he sentido bien como para enfocarme en la revista y publicar tanto como antes. Quiero que sepan que poco a poco resurgirá La Memoria Errante de su descanso y que este proyecto es mi vida, así que no lo soltaré, no los soltaré. Con paciencia y mucha locura habrá más ediciones. Agradezco su paciencia y permitirme sincerarme.
Con amor
Beatriz