Discutir sobre el amor puede ser una de las tareas más desafiantes porque al ser un sentimiento, es algo muy subjetivo. Primero, dejemos en claro que esta reflexión girará en torno a su vertiente romántica. Es relevante aclararlo porque existen muchos tipos de amor. Aristóteles, en “La Ética a Nicómaco”, divide el amor en tres tipos: eros (romántico y sexual), filia (entre amigos) y ágape (amor incondicional).
¿Qué es el amor?
Si hablar de él ya es delicado, definirlo es aún más complejo. ¿Cómo definir algo que tú y yo experimentamos de tan variadas formas? Exploremos las tres primeras explicaciones que nos da la RAE1: “1) sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser; 2) sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear; 3) sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo”.
Aunque hay diferencias, existe una similitud interesante: el otro / la otra. El amor romántico, en su esencia más básica, busca el encuentro con un par, un encuentro de vinuclación, de complicidad, de complemento. Pero detengámonos un poco en los conceptos anteriores, porque hay cosas que me chirrían, especialmente en el primer concepto. La RAE dice que “partiendo de su propia insuficiencia” el ser humano busca el encuentro con otro ser.
¿Esto es así? No, o no debería.
Esta insuficiencia que especifica la definición de la Real Academia Española es un claro reflejo de la famosa “media naranja”, este mito proveniente de “El banquete” de Platón, en el que todos somos imperfectos y por tanto necesitamos buscar una pareja, requerimos esa persona que nos cierre, que nos complemente. Y no, somos seres individuales, es decir, somos la naranja completa y la pareja debería de ser una añadidura, alguien que nos acompaña para potencializar nuestra felicidad; incluso, en palabras más llanas, simplemente alguien más, especial sí, pero alguien añadido que conforma una parte de nuestra vida.
Cogiendo lo anterior, las otras dos definiciones que rescato del diccionario, sí que engranan un poco mejor con la idea que acabo de mencionar. Amamos aquello que nos atrae. Y esta atracción, alejándonos también del típico estereotipo, va -o debería de ir- más allá de lo físico porque, sin incluso llegar al clásico “el físico se acaba”, la unión se logra cuando el enamoramiento pasa. Sí, en el proceso del amor romántico, entra la etapa del enamoramiento, ese periodo que nos congela y nos hace ver, literalmente, mariposas en todos lados. Es una sensación, que igual cada quién vive de formas diversas, pero en la que todo nos parece idóneo y perfecto, desde las cualidades y defectos (que no catalogamos así) en la otra persona, como incluso, y quizá en donde sea más obvio, en la manera en cómo nos desenvolvemos en el mundo: usamos un filtro, tal cuál Instagram, en donde todo es bello.
Pero una vez que pasa dicha etapa, se detona entonces si ese “deseo de unión”, eso que “alegra y da energía”.
Después, la Real Academia Española, nos refiere que el amor es “[…] inclinación y entrega”. Esta quizá pueda ser la más polémica, pero al mismo tiempo, la más ¿auténtica?, o certera. Volviendo a la pregunta inicial: ¿qué es el amor?, o, incluso, ¿para qué buscamos amor? Si nos apegamos a las dos definiciones previas, más que una entrega o algo desinteresado, pareciera que amamos para que nos complementen, nos acompañen, nos hagan la vida más bella… pero ¿tiene que ser así?, ¿no podemos imaginar un escenario en donde el amor sea simplemente dar?
Al menos desde mi concepción, amor es darse al otro. Amar es entregarse en un juego de azar, en una ruleta, en una apuesta en la que no sabrás si habrá una reciprocidad; sí, claro, la esperas, pero el amor no tiene una garantía de feedback incluída. Retomando la idea del párrafo anterior, cuando “amas” esperando que el otro o la otra te ame, o esperas que en el otro o la otra encontrarás “la felicidad”, entonces estás buscando un intercambio, una relación win-win, y por más cruel que pueda leerse, en el amor no simpre se gana… o más bien, no siempre “el premio” es tener al ser amado. Lee la frase anterior con detalle, “tener” al ser amado… ¿acaso debemos de tener al otro, a la otra?
¿Cómo amamos?
Una de las cosas que más conflicto nos causan cuando estamos en pareja es que la otra persona “no me ama como yo”; en este deseo desenfrenado de reciprocidad esperamos que la contraparte dé lo mismo que yo doy, pero amar no es sinónimo de un contrato de compra-venta. Cada quien ama a su manera, y así como yo no puedo pedirle a la otra persona que me ame como yo lo amo, el otro no me puede pedir lo mismo. Amamos, cada quien, a nuestra manera, y la relación se debe de construir en base a eso. ¿Injusto? El equilibrio se debería de lograr de formas diversas, no en un vil intercambio de símiles porque, volviendo a mi punto, amar es darse, es una entrega en donde aceptas que puedes “perder”. Pero esta pérdida no es necesariamente una pérdida sino solo recibes cosas diferentes a las que esperas.
Amar es aceptar, no con resignación, sino abrazando a la otra persona. Amar es amarle no con sus defectos, sino a pesar de ellos. Amar es saber que quizá ella, o él, no son detallistas pese a que tú te empeñas en serlo, pero que no por eso no te aman, sino quizá sus “detalles” los puedes encontrar de formas diversas; y el saberlo ver, y aceptar “su tipo” de amor, es amarse. Entender a la otra persona, y saber y respetar su individualidad y el cómo es, eso es amor.
Otra quizá de las más fuertes acepciones del amor romántico es cuando “no puedes tener” a quien amas. Primero, como dije anteriormente, eso de “tener” es medio extraño y no deberíamos de usarlo ya que nunca puedes “tener” a una persona. Pero, calzando la idea, podemos pensar en cosas como caer en la friendzone. ¿Qué pasa cuando la otra persona no te ama, cuando por más que lo intentaste -o incluso ella lo intentó- no pudo surgir el amor romántico?
Soltar es la clave.
Sí, dejar ir ese deseo de pertenencia, de aferración y limitarte a amar. No porque la otra persona “no te ame” tú debes dejarle de amar, simplemente aceptas y abrazas su no amor ya que el “amor” debería, en teoría, ir más allá de que el o la otra te corresponda. Obviamente mantendrás los límites de amistad, por ejemplo, pero en tu interior puedes alegrarte de sus alegrías, sufrir de sus tristezas y estar cuando lo necesite, claro, no en esa entrega de pareja, pero sí de manera incondicional, de manera auténtica porque como he dicho, cuando amas no debería incluirse el elemento “espero lo mismo”.
Es verdad, es difícil, pero ¿quién dijo que amar es fácil? Amar es el acto más grande que podemos hacer como seres humanos. Poder desprendernos de nosotros para pensar en alguien más es algo contra natura. Alegrarnos y sonreir porque la otra persona es feliz, incluso sin nosotros, es algo que evidentemente va contra toda lógica, pero eso es amar. Cuidar aquella persona, antes que nosotros mismos, es el ejemplo más claro de donación y entrega, y cuando amas, eso sale de forma natural. No, no es fácil, pero por eso cuando lo encuentras, debería de ser lo más preciado; tener la oportunidad de amar es permitirte trascender tu naturaleza humana para, realmente, fundirte y darte a otro.
Así que, finalmente, creo que antes que pensar en ser amados, sin duda, al menos para mí, pensamos en amar.
Notas
[1] Amor | Definición . Real Academia Española. https://dle.rae.es/amor