Por la conveniencia de quien lee y de quien escribe, en este espacio utilizaré la siguiente convención, para referirme a la historieta Hambre, realizada en 2019 por Martin Ernstsen a partir de la obra de Knut Hamsun, diré Hambre; para referirme al libro homónimo, escrito en 1890 e inspirador de la obra antes referida, diré Sult. Ahora, ¿de qué se trata la obra en mención?, se preguntará quien lee, pues bien, a continuación una sinopsis sucinta de la historia que ocupa la presente lectura, el Narrador en el caso del libro Sult, llamado Knud Pedersen (nombre verdadero del escritor Knut Hamsun) en el caso de la historieta Hambre, se encuentra en una situación bastante precaria, le debe varios días de alojamiento a la casera que le arrienda la buhardilla frugal en la que pasa las noches y no le queda dinero ni siquiera para comer; durante el día se dedica a deambular por la ciudad de Christiania, actual Oslo, aguantando hambre y frío, mientras busca inspiración para componer algún artículo que pueda vender a cambio de unas monedas o buscando algún trabajo de escritorio que le permita salir de la ruina en la que se encuentra, todos sus esfuerzos resultan infructuosos, sin embargo su personalidad optimista y apasionada es capaz de sacarlo del abismo y renovar su fuerza de voluntad.
El propósito de este ejercicio es el de comparar la versión textual de Sult, clásico de la literatura noruega, en particular, y de la literatura moderna, en general, del ganador del premio Nobel de 1920, Knut Hamsun, con su versión historietada, Hambre, aunque una comparación completa de los dos trabajos sería una tarea demasiado ambiciosa, por eso me limitaré a la lectura de la primera parte de las cuatro que componen la historia del Narrador, Knud Pedersen. Agregaré los siguientes datos bibliográficos para consideración de quien lee, por un lado la versión de Sult que leí corresponde a una traducción de José Viana de 1942 y publicada por la editorial Aguilar en 1957, mientras que Hambre fue traducida al español por Cristina Gómez-Baggethun y publicada en 2021 por Nórdica Libros.
Quien lee se preguntará, ¿pero quiénes son todas estas personas que realizan, escriben y traducen? Para responder esta pregunta, daré un breve recorrido literario por la vida de los antes mencionados. En primer lugar, Knut Hamsun, cuatro de agosto de 1859, diecinueve de febrero de 1952, debutó en las letras con la obra Den Gaadefulde, 1877, seguida de Bjørger, 1878, Sult, 1890; Misterios, 1892; Tierra Nueva, 1893; Pan, 1894; El Juego de la Vida, 1895, y un largo etcétera de nueve títulos publicados que nos lleva hasta La Bendición de la Tierra, 1917, según el mismo prólogo de Sult (Aguilar, 1957), esta última obra fue la que le consiguió el Nobel a Hamsun, además del hecho de que el comité encargado de otorgar el premio Nobel había excluido de su baraja de nominados a todos los nacionales de los países involucrados en la Primera Guerra Mundial; después vendrían otros cinco libros de su autoría antes de la publicación de su último libro, Por Senderos Que la Maleza Oculta, 1949, en el cual expone los argumentos con los que se defendió durante el proceso penal que tuvo por el delito de traición, sea aclarado a quien lee que este caso se refiere al apoyo abierto que Knut Hamsun manifestó hacia el régimen nazi y el gobierno fascista del tipo títere que mantuvo el poder en Noruega durante los años de la Gran Guerra y la ocupación alemana. Martin Ernstsen, dieciséis de agosto de 1982, presente, debutó en 2007 en la editorial noruega Jippi Comics (casa donde también trabajó el conocido John Arne Sæterøy “Jason”) y en esta trabajó hasta el 2014; publicó los libros Hvor er Albert?, 2013, y Filip flipper ut, 2015; en 2019 publicó Hambre, ganador del Premio Brage, 2019, y una medalla de oro por mejor adaptación de libro junto con otra por mejor historieta de los premios Grafill, 2020; ambos certámenes de Noruega. José Viana, veintidós de abril de 1868, 1948, fue un traductor y reconocido pianista de origen portugués, es probable que la versión que utilizó para la traducción al español de Sult correspondiera a una inglesa, por lo que su fidelidad con la obra original puede ser discutida, aspecto que será considerado en esta lectura comparada. Cristina Gómez-Baggethun, matemática y traductora, sus datos biográficos no los pude encontrar, sin embargo me aventuro a decir que es hija de la también traductora y académica Kristi Baggethun, diecisiete de noviembre de 1944, presente, a quien debemos la traducción al español de la obra escrita de Hamsun directo del noruego; Cristina Gómez-Baggethun es conocida por la traducción de autores como Maria Parr, Per Petterson, Sigrid Undset, Cora Sandel y el premio nobel 2023 Jon Fosse (este último en colaboración con Kristi Baggethun); en el 2009 ganó el premio NORLA; en el 2012, el premio de cultura Anders Jahres; en el 2015, el premio Eurodram Honours, y en la actualidad participa del proyecto Ibsen in Translation de la universidad de Oslo.
Ahora sí, me dispongo a tratar la materia que nos interesa a todos, la lectura comparada de Sult, Hambre. Ernstsen opta por dar inicio a su trabajo manteniendo el primer párrafo de Hamsun inalterado, gracias a esta decisión podemos apreciar las diferencias entre la traducción de Viana, 1942, y Gómez-Baggethun, 2021, diferencias evidentes dada la predilección de Viana por los adverbios de modo terminados en –mente, muy común en los textos traducidos textualmente del inglés, mientras que Gómez-Baggethun opta por una adjetivación asertiva en la que las palabras que componen las frases se leen con mayor soltura. Las diferencias artísticas entre Hamsun y Ernstsen comienzan a verse a partir de lo que en Sult es el segundo párrafo y en Hambre es la primera viñeta de la segunda página. Hamsun nos describe el interior de la buhardilla antes de llevarnos al interior de los pensamientos y sentimientos del Narrador, por el contrario, Ernstsen nos muestra lo que del discurso introspectivo del Narrador puede ser mostrado, con un dibujo en tinta negra mezclada con agua nos muestra un hombre recién despertando al interior de una habitación cuya mirada no se detiene en nada, el dibujo de Ernstsen es sutil en su expresividad, diría que dibuja en síntesis. Habiendo leído tan poco de los dos trabajos, puedo arriesgarme a decir que cuando en Sult se habla del exterior, de abajo, del fondo, Hambre responde con el interior, arriba, al frente; mientras que Sult ahonda en las más diversas divagaciones, recuerdos y planes del Narrador, Hambre se concentra en representar solo las acciones visibles, lo cual lleva a que el ritmo del uno se quede atrás aun yendo al lado del otro. La sensación de la lectura de Hambre, teniendo al lado Sult, es la de estar asistiendo a una obra de teatro, Knud Pedersen camina sobre un escenario vacío, así entonces lo que ve, a diferencia de una película en la que tendríamos una toma de respuesta, en el teatro tan solo tenemos la emoción que lo visto despierta en él. Hace tiempo Mario Cárdenas, divulgador de la historieta en Medellín, decía que si existe una forma de arte análoga a las historietas, lo más seguro es que esta sea el teatro en vez del cine, como tanto se dice, este ejercicio de lectura comparada me permite comprobar su hipótesis.
Otra diferencia que encontré a medida que avanzaba en ambas lecturas era la notación que hacía el Narrador en Sult de las veces que deseaba comer, en Hambre, Knud Pedersen se mueve, como ya lo mencioné antes, por el escenario, sus pensamientos aparecen solo a veces sin que intervengan en sus acciones y en ninguno de ellos da cuenta del deseo de comer. La bellísima frase: “en mi alma no había ninguna sombra” es representada con la metáfora gráfica de Knud Pedersen dibujado como una bolita de luz amarilla. Algunos eventos descritos en Sult cambian de orden a conveniencia de Ernstsen, al igual que algunos diálogos tienen una estructuración mayor en Sult que en Hambre. Las metáforas visuales agregan tempo y significado. Aunque la velocidad en la narración, como ya lo mencioné, es distinta, ambos relatos atinan a frenar siempre sobre los mismos semáforos. Por alguna razón que desconozco y que me fuerza a imaginar conjeturas que no tengo manera de comprobar, los nombres de las calles de Christiania difieren en ambos trabajos, para le lectura general de la obra este es un detalle menor empero, quizá tenga que ver con que ahora dicha ciudad tiene otro nombre. Escenas enteras narradas en Sult son engullidas en la velocidad de narración de Hambre hasta que el texto y el dibujo frenan en el semáforo de la primera vez que vemos a nuestro protagonista comer.
Quisiera resaltar el ojo de minero de la lectura que hizo Ernstsen de Sult antes de realizar Hambre. En el texto, Hamsun enfrenta a quien lee a verdaderos ladrillos introspectivos entre los cuales Ernstsen encuentra los granúsculos de oro que condensan la belleza de lo que Hamsun nos cuenta. En un movimiento de Knud Pedersen o en una frase destacada, cabe el sentido de las peroratas del Narrador, y con estos sencillos elementos Ernstsen es capaz de componer escenas cargadas de metáforas visuales. Otra virtud del historietista es la habilidad que tuvo para aprovechar el ritmo marcado por la página impar; es decir, lo que en Sult es una línea entre tantas de un párrafo lleno de divagaciones, en Hambre se convierte en un punto de suspenso o, en el menor de los casos, en un punto y aparte ideal para ponerle pausa a la lectura. Ninguna acción queda sin concluir, aunque sí queden abiertas las circunstancias.
Otra diferencia nominal, esta vez se refiere al nombre del interés romántico del Narrador, Ylajali, que en Hambre es el interés romántico de Knud Pedersen, Ylayali, en ambos casos sigue siendo un nombre imaginario producto del delirio bulímico del protagonista. En mi experiencia lectora, antes de hacer esta doble lectura, ya había leído con anterioridad le historieta Hambre, entonces, debo manifestar que la lectura de Sult revive en mi mente (incluso antes de proceder a la comparación con la historieta) imágenes antes visitadas en Hambre, así, descubro que el ejercicio de lectura doble se me hizo triple, texto, historieta y memoria. En Hambre, el primer encuentro de Knud Pedersen con Ylayali, nosotros, como lecto-espectadores, “vemos” por primera vez lo que el Knud Pedersen ve, nos encontramos con una toma de respuesta, aunque, siguiendo con la analogía del teatro, esto se debe a la presencia de dos actores en el escenario-página, no obstante la anterior analogía, quiero resaltar este momento pues hasta ahora asistíamos a sus acciones, insisto, como en una obra de teatro en la que aquello que se encontraba más allá del cuerpo del actor era apenas imaginado por el lecto-espectador. Hambre es un trabajo que se concentra en el actuar de Knud Pedersen y con algunas metáforas visuales intenta ilustrarnos las extrañas acciones que en Sult parecen tener alguna razón de ser. Recuerdo que la primera vez que leí Hambre hice un gran esfuerzo para entender al protagonista. Ernstsen presenta las acciones de Knud Pedersen prescindiendo del largo monologo interno construido por Hamsun, que las precede, de este modo Ernstsen le deja al lecto-espectador la tarea de interpretar el actuar de un personaje errático e impredecible, y lo entiendo en tanto que ese es el pacto en la narración visual, que el espectador deba interpretar lo visto, sin embargo, en el ámbito imaginario del texto, es posible ahondar en lo invisible de los pensamientos, lo abstracto de las ideas, las emociones y el tiempo. Un ejemplo, mientras que a Hamsun le basta con escribir “esto dura un minuto”, Ernstsen debe ocupar dos páginas enteras de un movimiento minúsculo de uno de los personajes para que la eternidad dure un minuto. Ahora que gracias a este ejercicio tengo la posibilidad de leer el texto detrás de las imágenes, siento una apertura en el entendimiento de una secuencia de sombras chinescas, la voz del Narrador aparece como una luz en la oscuridad. Un ejercicio ilustrativo inverso.
Entre las páginas de Sult se deja ver el fantasma del déficit de atención, invisible en Hambre. Reitero una impresión anterior en la forma de una curiosa relación matemática, a pesar de que Hambre es una versión resumida de Sult, pues Ernstsen se enfoca en las acciones exteriores, permitiéndose prescindir de los extensos soliloquios del Narrador, es posible descubrir que la relación de las páginas es uno a uno, incluso cuando parece que no será así, lo que encuentro es que al cabo de cuatro páginas de Sult en Hambre también se cuentan las mismas cuatro páginas. Conforme se avanza en la lectura, se ve con mayor claridad que la diferencia en las traducciones es a veces sintáxica y otras veces, las menos, es del sentido literal de las palabras o las oraciones, se nota en este sentido la diferencia de años y de fuentes existente entre ambas traducciones. Los cambios repentinos de humor del Narrador de Sult, Ernstsen los lleva al dibujo con sutiles variaciones en la intensidad de la tinta, así, el descoloramiento de su ánimo se sublima con una tinta pasada por mucha agua, su ira lo pinta de rojo, su alegría, de amarillo y su repulsión, de verde. Hasta que al fin, llegamos al punto de Hambre en el que Ernstsen toma la arriesgada desición de bautizar y presentarnos al Narrador de Sult con el nombre de nacimiento del autor de la obra, Knud Pedersen, uno tan solo puede imaginar las razones que lo llevaron a tomar esta decisión, quizás inspirada por la biografía del autor.
En lo personal, me resulta imposible no identificarme con Knud Pedersen, el Narrador, y sus desventuras. En su afán de vencer las contradicciones de su posición social, busca con desespero la oportunidad de vencer, mediante del favor de su intelecto y creatividad, sin embargo, como él mismo tiene claro en constatar, alguna gracia, sea divina o del autor, trunca sus ambiciones modestas en el último minuto. Hay optimismo en su aguante. Entre quien lee Hambre y Knud Pedersen se impone una distancia inexistente en Sult, el texto parece vencer a la imagen en la medida de que quien lee siente desvariar al igual que lo hace el hombre que lleva días sin comer, la imagen, por otro lado, nos muestra una figura errática a la cual no llegamos a comprender del todo. El otro es incompresible en cuanto otro, pero en tanto que es una narración en la primera persona que es el Yo, Yo lo siento. Qué dolor el repisar las huellas de las esperanzas fatuas en la voz de Knud Pedersen, antes leídas en la voz del Narrador. La vigorosa fe que lo vuelve a uno indestructible ante todo menos ante la verdad.
Otro nombre revelado, esta vez en las páginas de Sult, Tijeras. Sult divaga y con razón. Entre la euforia y los penosos pensamientos del síndrome del impostor tan solo hay un párrafo de diferencia. Hambre me muestra a un hombre deambulando, la expresividad de sus movimientos no basta para entender la influencia que su precario porvenir tiene sobre su ánimo. Un ejemplo de cómo la ilustración del pensamiento puede resultar más clara que la ilustración de las acciones es el descorazonador episodio del empleo del señor Christie. Me reconforta encontrar que Ernstsen no descartó lo que es el párrafo más bello de Sult en esta parte y en cambio lo haya aprovechado para ilustrar una noche estrellada del tamaño de una página completa de Hambre. La inconmensurable belleza del infinito cobijando uno de los momentos más desesperados de Knud Pedersen. En Sult, la ofensa y la frustración del Narrador se transpolan sin ninguna dificultad del papel al alma de quien lee, por el contrario, en Hambre, la distancia de las acciones con cualquier tipo de empatía nos pone por fuera de un entendimiento general, es muy difícil recrear en quien lee alguna emoción hasta después de ocurrido el incidente.
No me falta mucho para terminar esta lectura comparada. Puedo ver con claridad las decisiones compositivas, en términos narrativos, que tomó Ernstsen, mezclando pasajes en una sola escena, priorizando la respuesta emocional de quien lee sobre el crisol de eventualidades que Knud Pedersen, ahora referido a sí mismo como Wedel Jarsberg, debe sortear antes de concluir cualquier episodio. No en vano Hambre es un trabajo en blanco y negro, monotonal. La distancia entre las escenas finales de la primera parte no podría ser mayor. En Sult acompañamos las difíciles divagaciones del Narrador hasta que nosotros mismos como quienes leen perdemos cualquier esperanza de un porvenir mejor, lo que es más, entendemos las acciones que acompañan las lamentaciones del Narrador hasta que de pronto descubrimos junto con él un final feliz. En Hambre, vemos a un Knud Pedersen desamparado, corriendo de aquí para allá, actuando sin consideración ni lógica hasta que lo vemos tropezar con un final feliz, casi de comedia.
En fin, que transpolar un trabajo de carácter introspectivo del plano escrito, el de los pensamientos, al plano visual, el de las acciones, tiene sus retos, sus logros y sus desaciertos. Queda en quien lee la tarea de terminar de leer las restantes tres partes, sea de Sult o de Hambre, en cualquiera de los casos, no se olvide de que el autor de esta epopeya de la modernidad es un fascista, de que una obra tan llena de humanismo como esta viene de la mente de un hombre que estaba en favor de los totalitarismos y de la guerra, en suma, de un personaje que nada hubiera hecho por ayudar a nuestro desventurado Narrador, Knud Pedersen.
Comments