Resumen
El presente artículo parte de una reflexión surgida a partir de la imagen fotográfica visual y las consecuencias a las que se ha enfrentado el sujeto al incluir la participación de las redes sociales (en este caso, Instagram) tanto al terreno social y personal. De modo que ahora el sujeto puede verse a través de esta red social como parte de una masa uniforme que se llamará comunidad digital.
Pensar que la realidad virtual está fuera de la realidad mundana, física y convencional es un error pues forma parte de lo que yo considero como parte de las tres realidades del hombre; la física, la psíquica y la virtual. Esta última al igual que las demás realidades, puede ser alterada con tal facilidad que pueden hacernos creer que lo que vemos en la imagen, es real, y, por lo tanto, verdadero.
No debería sorprendernos la obsesión de occidente por la estética que surge desde los griegos por las formas bellas que encontramos dentro de la pintura o la escultura, que en su origen fueron no solo creadas para mostrar aquello que consideramos bello, sino que también, nos ofrecen tanto la abstracción como el detenimiento del tiempo. Apreciamos la estática de un paisaje o de un cuadro por el sentimiento de inmortalidad que nos causa, el de hacernos eternos, aquel presente eterno que no deja de morir y que podría nunca terminar de ser, como bien lo reiterará Parménides a quien le debemos lo que yo llamo el estatismo moderno.
La imagen nos da esas dos cualidades: estatismo y belleza; lo cierto es que cualquier cosa puede volverse una imagen fotográfica. De ahí el interés que tenemos por preservar a la imagen para así preservar la inmortalidad del hombre. El tiempo que no fluye, el tiempo al que podemos regresar con tan solo mirar una imagen, a eso nos enfrentamos.
Cómo dirá Barthes, “la fotografía repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse existencialmente”.[1]
Si bien la filosofía nos dirá que estamos buscando el fundamento de las cosas mismas estamos equivocados ciertamente, Miguel de Unamuno nos dirá que perseguimos aquellas nociones de realidad que tenemos porque buscamos algo que justifique nuestra necesidad de alcanzar lo infinito, lo inmortal.
¿No es la creación de Instagram un intento desesperado por preservarnos vivos ya no solo en el espacio y tiempo físicos sino también en el espacio y tiempo virtuales?
La creación de las redes sociales no debería de resultarnos extraña, por siglos hemos intentado preservar al género humano por sus proezas y habilidades, la técnica a la que se referirán varios filósofos resultará también en favor de la preservación de ésta misma.
Y es que, si nos detenemos un poco a analizar lo que se nos plantea, con la invención de la fotografía se nos han conferido miles de posibilidades de preservar tanto la técnica como la vida del hombre.
La imagen psíquica quizá haya existido por mucho tiempo, y quizá siga para siempre, pero las oportunidades que nos ha dado la imagen fotográfica resultan bastante contundentes con el siglo en el que vivimos, y es que de una imagen psíquica no podemos decir mucho, ni siquiera podemos decir nada porque cada persona la experimenta de forma diferente, pero de una imagen fotográfica, podemos generar pasado, hablar en presente y proyectar en futuro.
Una imagen fotográfica, es aquella que no puede moverse, y, sin embargo, genera polémicas, se usa en campañas políticas, puede ser retocada muchas veces y tiene la intención de mostrar a la vez que ocultar.
En pocas palabras, la imagen fotográfica tiene el poder suficiente como para cambiar el mundo y cambiar el modo en que nos conocemos a nosotros mismos.
La imagen fotográfica y su poder dentro de la realidad virtual.
Benjamin afirmaba que la autenticidad de la obra de arte radicaba en su aquí y ahora, las reproducciones en masa no podían considerarse arte por la forma en que eran creadas. Eran usadas por y para el público, para la masa, como suele decir en su libro. Y aunque no me detendré mucho en discutir acerca de la imagen fotográfica como obra de arte, debemos de tener en cuenta que para Walter el aura que poseía una pintura o una escultura radicaba en ese aquí y ahora, es decir, esos requisitos funcionaban como la delimitación temporal a la que anclaban la obra de arte y a la que no podía aspirar una fotografía.
Sin embargo, las fotografías capturadas actualmente se basan justamente en el principio mencionado por Benjamin: “el aquí y el ahora”. Cada imagen subida en cada perfil de Instagram busca preservar un aquí y ahora que no volverá a repetirse pero que merece ser conservado como recuerdo dentro del mundo virtual.
“Recientemente la fotografía se ha transformado en una diversión casi tan cultivada como el sexo y el baile, lo cual significa que la fotografía, como toda forma artística de masas, no es cultivada como tal por la mayoría. Es sobre todo un rito social, una protección contra la ansiedad y un instrumento de poder”.[2]
Este rito social al que se referirá Sontag, tiene que ver con las nuevas perspectivas de la sociedad no sólo desde el surgimiento de la propia fotografía en el siglo XIX, sino que, se une desde finales del siglo XX al uso de las redes sociales como modo de expresión cotidiano.
Si bien, la imagen por sí misma tiene varias definiciones:
Representación de un objeto en dibujo, pintura, escultura, etc.
Figura de un objeto formada en un espejo, una pantalla, la retina del ojo, una placa fotográfica, etc., por los rayos de luz o de otra clase que parten del objeto.
La misma figura, recibida en la mente a través del ojo (a esto me refería anteriormente con una imagen psíquica).
Representación figurativa de un objeto en la mente.[3]
La imagen fotográfica podría ser que está más ligada con la cuarta definición, aunque ni siquiera esa llega a ser exacta, porque de algún modo todas dan a entender que la imagen tiene que ver puramente con la percepción sensible de un objeto que pasa a través de la retina del ojo. Y, sin embargo, aunque esa definición sea correcta la asociación del significado de la imagen con la imagen fotográfica está lejos de ser la misma.
Por ahora nos quedaremos con que la imagen fotográfica, en la que nos centraremos en todo este ensayo, no tiene solamente que ver con la acción de asimilarla a través del ojo, sino que el hecho de tenerla como algo externo puede hacer surgir una interpretación sin la necesidad de explicaciones ajenas, y, por lo tanto, generar subjetividad. Una subjetividad nueva y a la que no estamos acostumbrados a ver.
Y es que, a simple vista, una imagen dice más que mil palabras, pero ¿la predicación de todas estas implicará un apego con la realidad? Podríamos llevar la interpretación de una imagen hacia muchos lados, hablar y predicar de ella, como si esa imagen estuviera fielmente apegada a su composición contextual, pero ahora, las imágenes están apegadas a su estado de belleza, donde Instagram valora más una imagen con filtros y calidad perfectas, que a retratar una realidad cruda y profunda.
Por lo tanto, no debería sorprendernos que para Benjamin tanto la fotografía como el cine, estén ampliamente ligados con la destrucción del aura, esta aura definida como un entretejido muy especial de espacio y tiempo donde existe el “aparecimiento único de una lejanía, por más cercana que pueda estar”.[4]
La destrucción del aura es la primera forma en que se manifiesta la imagen fotográfica como la alteración de la realidad que conocíamos, ya no constatamos el mundo con nuestros propios ojos ni con lo que escriben otros del mundo, podemos acudir al mundo por medio de imágenes de otros y también por medio de nuestras propias imágenes.
¿Esta multiplicidad de imágenes y el desprendimiento de un nuevo yo a través de la cámara, podría ser dicho de la siguiente manera:
“El cuerpo con su valor de exposición, equivale a una mercancía. El otro es sexualizado como objeto excitante. No se puede amar al otro despojado de su alteridad, solo se puede consumir”.[5]
Cada que nos mostramos bajo el lente de la cámara y proporcionamos una imagen de nosotros mismos que pueden ver otros, nos estamos delimitando frente a ellos y, de alguna manera, si se quiere entender, la imagen que le proporcionamos a otros responde con la homogeneidad buscada para poder encajar dentro de la realidad virtual.
Respondemos ante la necesidad de hacernos uno con la multitud, que nuestra imagen proyectada sea deseada y también perdurable no sólo ante nuestros ojos sino también ante el ojo del otro.
Para lo que Benjamin será “la necesidad de apoderarse del objeto en su más próxima cercanía, pero en imagen, y más aún en copia, en reproducción […]”[6] en Chul-Han se expresará por vía de los medios digitales donde se intenta acercar al otro tanto como sea posible, destruir la distancia frente a él, para establecer la cercanía.[7]
Vemos que el filósofo alemán ya está siendo partícipe de lo que será una opinión en su mayoría negativa acerca de la imagen fotográfica, y es que la necesidad de posesión del objeto no es algo a lo que ahora nos enfrentamos, sino que también hemos convertido a la persona en objeto de consumo también.
Esto también podremos verlo en el pensamiento posterior al de Benjamin, donde Sontag también nos habla de la posesión del otro a través de la cámara: “Fotografiar personas es violarlas, pues se las ve como jamás se ven a sí mismas, se las conoce como nunca pueden conocerse; transforma a las personas en objetos que pueden ser poseídos simbólicamente”.[8]
¿Realmente queremos acercarnos al otro como dirá Chul-Han o queremos apoderarnos de éste por medio de su imagen como nos dirá Benjamin? ¿Somos plenamente conscientes de que estamos siendo objetivados? Y si es así, ¿por qué no nos causa sorpresa o miedo el vernos los unos a los otros como un producto? ¿Nuestras imágenes virtuales responderán al rito social que nos dice Sontag, o simplemente es un capricho por querer poseer al otro hasta en su propia fotografía?
Una imagen fotográfica de Instagram con los filtros adecuados, el ángulo perfecto y el fondo estético buscado consigue no solo likes que inflan el ego y narcisismo de la persona, sino que además pueden ser monetizadas e incluso, muchas de las personas que son partícipes del mundo digital pueden desfilar en pasarelas de alta costura por el simple hecho de pertenecer a esta red social.
Para que una foto tenga tanto éxito depende de tres factores delimitantes: el filtro de la foto que muchas veces es de colores cálidos, la calidad de la foto donde prácticamente hay una nitidez exorbitante y la belleza del sujeto, de acuerdo con los cánones a los que nos hemos acostumbrado en la mayoría de los países de occidente.
Y aunque cualquiera pueda acceder a las redes sociales no cualquiera puede volverse famoso en internet. La tripartita que mencioné antes fungirá como parte principal para que una persona pueda resultar realmente exitoso.
No se intenta decir aquí que esto sea factible en todos los casos, pero la mayoría de las personas que incursionan en las redes sociales, con mayor precisión, en Instagram, han sido exitosos debido a la imagen que proyectan de ellos mismos.
A diferencia de Twitter donde eres conocido por lo que piensas, en Facebook tanto por lo que escribes como lo que piensas o Snapchat donde puedes jugar con tu imagen y ponerle los filtros divertidos que quieras; en un principio primitivo Instagram era para subir fotos y con eso se resaltaba una persona sobre otra, las pies de foto también se han convertido en otro discurso unido a la imagen pero la parte sustancial de ésta es precisamente su imagen digital, en ella recae todo el peso e influencia.
[1] Barthes, Roland. La cámara lúcida: Nota sobre la fotografía., p. 29
[2] Sontag, Susan. Sobre la fotografía, p.23.
[3] Moliner, María. Diccionario del uso del español, p. 90, citado en Zunzunegui, Santos, Pensar la imagen. (España: Cátedra, 2010), p. 6.
[4] Op. Cit., Sontag, Susan, pp 37-38. [5] Chul-Han, Byung. La agonía del eros, p.23. [6] Benjamin, Walter., La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, pp 37-38. [7] Op. Cit., Chul-Han, Byung, p.24.
[8] Op. Cit., Sontag, Susan, p. 31.
Para conocer más
Benjamin, Walter., La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. ITACA: 2003.
Sontag, Susan. Sobre la fotografía. Alfaguara: 2006.
Chul- Han, Byung. La agonía del eros. Herder: 2014.
Bibliografía secundaria:
Barthes, Roland. La cámara lúcida: Nota sobre la fotografía. Paidós: 2006.
Zunzunegui, Santos. Pensar la imagen. Cátedra: 1989.
Influencity. Antecedentes del marketing de influencia: cómo hemos llegado hasta hoy. Tomado de: https://influencity.com/blog/es/antecedentes-del-marketing-de-influencia/ el 19 de mayo de 2020.
SA. Etimología de influencer. Tomado de: https://etimologia.com/influencer/ el 19 de mayo de 2020.
De Unamuno, Miguel. Del sentimiento trágico de la vida. Tomado de: www.luarna.com el 10 de mayo de 2020.
Nietzsche, Friedrich. La genealogía de la moral. Alianza: 1972.
SA, 5 Escándalos que afectaron a influencers. Tomado de: https://www.clubinfluencers.com/5-escandalos-afectaron-influencers/ el 20 de mayo de 2020.
Montoya Garza, Alejandra L. Reconstrucción e importancia de Photoshop en el diseño. Tomado de: http://ensayosalemontoya.blogspot.com/2012/11/photoshop-reconstruccion-e-importancia.html el 20 de mayo de 2020.
Espaciosmultimedia, El origen de Photoshop. Tomado de: https://espaciosmultimedia.wordpress.com/2012/07/11/el-origen-de-photoshop/ el 20 de mayo de 2020.
Comments