Resumen
El presente artículo parte de una reflexión surgida a partir de la imagen fotográfica visual y las consecuencias a las que se ha enfrentado el sujeto al incluir la participación de las redes sociales (en este caso, Instagram) tanto al terreno social y personal. De modo que ahora el sujeto puede verse a través de esta red social como parte de una masa uniforme que se llamará comunidad digital.
¿Existe la emotividad digital?: reflexiones en torno de la imagen fotográfica y sus diferentes usos en la sociedad contemporánea.
Cuando Unamuno nos plantea en su libro Del sentimiento trágico de la vida, la necesidad del hombre por consolidar sus sistemas tanto teóricos como científicos y hacerlos funcionales no solo con el afán del conocer por sí mismo sino persiguiendo la inmortalidad, se podría decir que aplicaría el mismo principio hacia las redes sociales.
Considero que lo que ahora se maneja a través de éstas, está lejos de ser una persecución de la inmortalidad y más bien es una consagración del narcicismo propiciando el cuidado del cuerpo, pero no en sentido de salud sino de manera estética completamente, este perseguir lo bello no como lo plantea una pintura o una escultura, ni siquiera por medio de una fotografía tradicional, la imagen fotográfica virtual evoca hacia la idea rigurosa de perfección que proponen ciertos influencers dentro de la red social.
Y aunque se ha intentado reemplazar esta campaña de cuerpos perfectos y tonificados, sigue presente este discurso. Valoramos a alguien en virtud de en cuánto tiempo tarde en desgastarse su cuerpo y rostro, apreciamos los avances médicos gracias a que nos ha permitido cambiar nuestra apariencia en favor de un modelo estético definido.
En el fondo es esto lo que se esconde: ahora no perseguimos la inmortalidad de nuestras almas, sino la inmortalidad de nuestros cuerpos. Y esta inmortalidad corporal dependerá de qué tan ajustable pueda ser para prosperar dentro de los cánones previamente marcados.
Unido a esto, también se presenta la nostalgia, lo emotivo de ver al pasado y ver el tiempo que ha hecho efecto sobre nosotros. “Cuando sentimos miedo, disparamos. Pero cuando sentimos nostalgia, hacemos fotos. […] Esta es una época nostálgica, y las fotografías promueven la nostalgia activamente”.[1]
La nostalgia que desprendemos ahora es más vívida que antes. El acceder al pasado resulta más fácil de lo que fue en otras épocas y esto no es más que gracias a la tecnología, pero también a la memoria que viene integrada al hombre.
Si no fuese parte de nuestra condición humana el recordar no tendríamos la necesidad de preservar ni mucho menos de crear imágenes digitales. Y pese a que creemos que la memoria es una fiel congeladora de recuerdos o preservadora de ideas, lo cierto es que “en la memoria lo pasado cambia de continuo. Es un proceso progresivo, vivo, narrativo”[2] al que, psicoanalistas como el mismo Freud desmentirán esta idea que tenemos de la memoria.
El concepto con el que comenzará Nietzsche allá por el siglo XIX en La genealogía de la moral donde nos expone de una manera cruda y descarnada lo que significa poseer memoria, “¿Cómo imprimir algo en este entendimiento del instante, entendimiento en parte obtuso, en parte aturdido, en esta viviente capacidad de olvido, de tal manera que permanezca presente?”[3] Donde sus intuiciones no acaban ahí y nos dice reiterativamente: “Para que algo permanezca en la memoria se lo graba a fuego, sólo lo que no cesa de doler permanece en la memoria”.[4]
Termina de hablar de la memoria de una manera brutal, donde sin duda nos deja pensando en aquello por lo cual no dejamos de sufrir que siempre estará latente dentro de nuestra psique. Para nuestra desgracia como seres que quieren permanecer vivos de manera indiscutible, Freud nos tendrá otro tipo de noticias:
“[…] nuestro mecanismo psíquico se ha generado por estratificación sucesiva, pues de tiempo en tiempo el material preexistente de huellas mnémicas experimenta un reordenamiento según nuevos nexos, una retrascripción. Lo esencialmente nuevo en mi teoría es, entonces, la tesis de que la memoria no preexiste de manera simple, sino múltiple, está registrada en diversas variedades de signos”.[5]
De modo que la creencia de la preservación intacta de un recuerdo en la mente podría ser alterado o reordenado, sin embargo, la creencia popular de no olvidar por medio de la fotografía también puede resultar falsa.
Recordemos que Freud nos dice que el reordenamiento de los recuerdos sucede a través de nuevos nexos, de una nueva forma de relacionarnos con ese recuerdo, ¿qué nos hace creer que una fotografía la volveremos a mirar de la misma forma dos veces?
Tan solo el sentimiento de nostalgia, que nos resalta Sontag puede ser un motivo por el que tengamos esta creencia, “las fotografías pueden ser más memorables que las imágenes móviles, pues son fracciones de tiempo nítidas, que no fluyen”[6], el fluir del tiempo en nuestros rostros, en los rostros de las personas a las que queremos, esa belleza melancólica a la que alegará Benjamin; y hasta de nuestros paisajes más preciados o el ver a una mascota con los años transcurrir por ella, “hacer una fotografía es participar de la mortalidad, vulnerabilidad, mutabilidad de otra persona o cosa. Precisamente porque seccionan un momento y lo congelan, todas las fotografías atestiguan la despiadada disolución del tiempo”[7], son bastantes motivos para querer preservarnos dentro de la imagen fotográfica y no ya como tal dentro de la realidad misma, por eso no creo que nos acerquemos a la fotografía con ingenuidad. Sabemos en el fondo, que una fotografía no significa un apego a la realidad verdaderamente. Desde que se descubrió que se podían modificar los efectos de luz para crear una nueva imagen, las personas acudieron a ellas como un nuevo escape de su realidad existente, “[…] fotografiar algo se transformó en una fase rutinaria del procedimiento para alterarlo”.[8]
Benjamin desde que lo leemos es claro al presentarnos su postura hacia la fotografía como un disgusto que no nace de manera gratuita o por una imposición de la escuela clásica hacia la vida moderna de su tiempo, este disgusto peculiar podríamos dárselo a lo que nota como surgimiento de la fotografía ya no como arte, sino como el gusto de las masas. Y es que cuando el factor de la autenticidad falla, la función artística se trastorna, y ya no forma parte de lo ritual, lo simbólico, y empieza a recaer en otras formas de uso, la que él señala al igual que Sontag, es la política.
En el discurso político podemos ver que la realidad puede ser alterada a conveniencia de un grupo político, hacia una persona con poder, y hasta permea en personajes surgidos de las redes sociales que pueden influir en los cambios políticos y democráticos de una nación, no olvidemos el escándalo de Mark Zuckerberg y Cambridge Analytica para recordar que sí es posible redirigir las miradas y los discursos hacia fantasías e intentos de persuasión.
Para el actual fundador de Facebook somos meramente datos que pueden ser vendidos a empresas que prácticamente nos incitan al consumo, en términos de Instagram[9] somos imágenes que pueden elevar o cancelar (verbo últimamente usado para exponer a una persona en redes sociales y hacerla desparecer de la vida pública virtual, perdiendo su influencia), a los usuarios.
Podemos hacer caer a un influencer por medio de una imagen y esta nunca perderá su poder dentro de la plataforma. “Reina un presente total, que suprime precisamente el instante. El tiempo despojado del instante es tan solo aditivo, y ya no guarda relación con una situación”.[10] Éramos testigos del tiempo cariológico en la fenomenología, ahora somos creadores del tiempo virtual donde proveemos una continuidad y un presente que no cesa de estar presente. Hemos conquistado (o al menos se tiene esa creencia) el infinito. Nuestras vidas se ven impregnadas de imágenes fotográficas donde no ponemos un punto final a nuestra historia, puede permanecer viva tanto como nosotros queramos.
En la medida en que seguimos alimentando nuestro feed de Instagram de recuerdos e imágenes, más a menudo podemos acceder a recuerdos que nos son proporcionados por el mismo algoritmo de esta red social. Nos ponemos de espaldas a la muerte y empezamos a ignorar la realidad física para poderla transformar en fantasía.
“Pero la museización y la exposición de las cosas aniquila precisamente su valor cultural a favor del valor de exposición”.[11] Tal como nos lo dirá Walter antes que Han, el valor de exhibición que usa el cine para ejercitar al ser humano en percepciones y reacciones “que están condicionadas por el trato con un sistema de aparatos cuya importancia en su vida crece día a día”[12]; lo mismo hará la imagen fotográfica en nuestros días y el valor de culto al que respondían las imágenes, aquel que estaba al servicio de la magia, queda desplazado por completo por el valor de exhibición.
La lectura que hace Sontag a Benjamin también se hace presente en su texto cuando nos dice que “la fotografía se ha transformado en el arte por excelencia de las sociedades opulentas, derrochadoras, inquietas; una herramienta indispensable de la nueva cultura de masas […]”[13]
También en Han podemos ver un poco de la idea del alemán en su texto, y es que sin duda el valor de exposición al cuál se referirá el surcoreano no está lejos de la premisa del mismo Walter, ambos conciben la idea de este valor en sentido de su consumo y también en la medida en que se exponga para todos los públicos.
Lo que en Han se llama museización, en Instagram yo lo propondría como una vitrificación porque, ¿qué pasa cuando tomamos nuestro celular, entramos a Instagram y publicamos una foto nuestra? Estamos convirtiendo nuestro feed en una especie de vitrina, donde la diferencia con lo propuesto por el filósofo Han está en que el muro de vidrio que nos separa de los demás es la pantalla de nuestros celulares y dispositivos móviles del cuál si es que lo percibimos con los sentidos no somo tan conscientes psíquicamente porque creemos estar cerca de la imagen de la persona, y, por lo tanto, cerca de la persona misma.
Esta supuesta cercanía, ha llevado a creer a miles de fanáticos de influencers y artistas que pueden opinar de su vida como si todo lo expuesto por ellos fuese real e indiscutible, las famosas couple goals, las publicaciones donde comen los famosos y siguen con sus cuerpos tonificados, los viajes alrededor del mundo con pies de foto que rezan “be grateful today and never take anything for granted. LIFE is blessing!!!”[14], hacen creer a los seguidores que pueden hacerse una idea de lo que ellos viven día a día.
Y aunque al principio esta idea de perfección que nos empezaban a vender las redes sociales podía ser consumida más satisfactoriamente luego llegaron los escándalos de los famosos, la mentira en la que vivían aquellos que proyectaban ser una pareja perfecta que satisfacía el apetito de consumo de los seguidores y los viajes pagados por compañías lujosas para que ellos pudieran promoverlos entre sus seguidores gracias al poder adquirido.
No olvidemos a la creadora de uno de los primeros imperios impulsados gracias a los escándalos generados a partir de un supuesto vídeo sexual: Kim Kardashian. Ahora es empresaria, posee una línea de productos de maquillaje, sus curvas son icónicas, su Instagram llega a los 171 millones de seguidores, sin olvidar también que fue víctima de un robo en París a causa de sus publicaciones constantes de su paradero.
Como dirá Han, “la cultura del consumo sin duda engendra nuevas necesidades y deseos a través de cuadros y narraciones imaginarios de los medios. […] Así, el porno, que en cierto modo lleva al máximo la información visual, destruye la fantasía erótica”.[15] La sociedad del consumo a la que se enfrentaba Benjamin ya no es la misma de la que habla Han, y, sin embargo, en su núcleo poseen la misma esencia que es el objetivo de consumo.
La producción en masa unida ahora a la práctica de las imágenes fotográficas podemos resumirla bajo las tres prácticas que destacará Barthes. El hacer, el experimentar y el mirar. Cada una de éstas unida a una función que el mismo filósofo francés nos proporciona.
El operator claramente nos dispone a quien maneja la cámara, el fotógrafo; en segundo lugar, el spectator quien es el que compra los periódicos, las revistas y ahora quien consume las redes sociales para ver las fotografías de su artista favorito, el último punto, y el más importante, a mi parecer, es el spectrum que podremos contrastarlo con lo que Benjamin llamará el intérprete, quien no actúa ante un público sino ante un sistema de aparatos. Si bien este spectrum del cual Barthes dice bien que es el retorno de lo muerto porque trae a la vida aquello que ha quedado en el pasado de esa foto, también tiene en él el mismo peso la acción de fotografiar como la de filmar a alguien, “cuando me siento observado por el objetivo, todo cambia: me constituyo en el acto de <<posar>>, me fabrico instantáneamente otro cuerpo, me transformo por adelantado en imagen”.[16]
No olvidemos que también en el fondo lo que nos quiere decir Barthes sigue siendo lo mismo que Sontag: la nostalgia por el pasado, la nostalgia por saber que el presente va a convertirse en pasado.
[1]Op. Cit., Sontag, Susan, p.32.
[2] Op. Cit., Chul-Han, Byung, p. 28. [3] Nietzsche, Friedrich. La genealogía de la moral, p.88. [4] Ibid., p. 90. [5] Sigmund, Freud. Obras completas, volumen I., (Buenos Aires, Amorrortu: 2001) p. 274-275. Citado en Chul-Han, Byung. La agonía del eros., (Barcelona, Herder: 2014) p. 28. [6] Op. Cit.,Sontag, Susan, p. 35. [7] Ibid., p.32. [8] Ibid., p.97. [9] Que desde hace menos de un año también es propiedad del creador de Facebook. [10] Op. Cit., Chul-Han, Byung, p.28. [11] Op. Cit., Chul-Han, Byung, p. 40.
[12] Benjamin, Walter., La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, p.56. [13] Op. Cit., Sontag, Susan, p.104. [14] Tomado del Instagram de la influencer mexicana llamada Pamela Allier cuyo usuario es @pamallier, publicada el 23 de abril de 2020. [15] Op. Cit., Chul-Han, Byung, p. 59-60. [16] Op. Cit., Barthes, Roland, p. 37.
Para conocer más
Benjamin, Walter., La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. ITACA: 2003.
Sontag, Susan. Sobre la fotografía. Alfaguara: 2006.
Chul- Han, Byung. La agonía del eros. Herder: 2014.
Bibliografía secundaria:
Barthes, Roland. La cámara lúcida: Nota sobre la fotografía. Paidós: 2006.
Zunzunegui, Santos. Pensar la imagen. Cátedra: 1989.
Influencity. Antecedentes del marketing de influencia: cómo hemos llegado hasta hoy. Tomado de: https://influencity.com/blog/es/antecedentes-del-marketing-de-influencia/ el 19 de mayo de 2020.
SA. Etimología de influencer. Tomado de: https://etimologia.com/influencer/ el 19 de mayo de 2020.
De Unamuno, Miguel. Del sentimiento trágico de la vida. Tomado de: www.luarna.com el 10 de mayo de 2020.
Nietzsche, Friedrich. La genealogía de la moral. Alianza: 1972.
SA, 5 Escándalos que afectaron a influencers. Tomado de: https://www.clubinfluencers.com/5-escandalos-afectaron-influencers/ el 20 de mayo de 2020.
Montoya Garza, Alejandra L. Reconstrucción e importancia de Photoshop en el diseño. Tomado de: http://ensayosalemontoya.blogspot.com/2012/11/photoshop-reconstruccion-e-importancia.html el 20 de mayo de 2020.
Espaciosmultimedia, El origen de Photoshop. Tomado de: https://espaciosmultimedia.wordpress.com/2012/07/11/el-origen-de-photoshop/ el 20 de mayo de 2020.
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