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Abigail Campos

La muerte prematura tiene un nombre: catalepsia

Miedos hay de muchos tipos. Tienen niveles, desde los más leves hasta convertirse en fobias. Unos pueden ser más comunes, como el miedo a las alturas, a las arañas o a la muerte. Para algunas personas, ciertos miedos llegan a ser incomprensibles. Pero se puede concordar que hay un miedo que a todos nos paralizaría: Tapefobia o el miedo de ser enterrado vivo. Fobia recurrente del siglo XVII al siglo XIX, según Christine Quigley en El Cadáver: una historia. Aunque no significa que ya no ocurra: El 7 de enero de 2018, en la cárcel asturiana Villabona, llevaron a Gonzalo Montoya Jiménez a la morgue porque los dos médicos del centro penitenciario lo declararon muerto, pero estando ahí, vieron que seguía vivo. Lo trasladaron a un hospital por neumonía y problemas renales. Pasó por un episodio de catalepsia.

La Real Academia Española define catalepsia como un “accidente nervioso repentino, de índole histérica, que suspende las sensaciones o inmoviliza el cuerpo en cualquier postura en que se le coloque”.[1] El término se documentó por primera vez en la Traducción de El Libro de Proprietatibus Rerum de Bartolomé Anglicus con la acepción: “estado caracterizado por la pérdida momentánea de la sensibilidad y de la movilidad que ocurre a causa de algún trastorno neurológico o de un estado hipnótico”, con la variante catalençia. “Se caracteriza por la falta de respuesta a los estímulos externos, así como por la rigidez muscular”,[2] el cuerpo se mantiene en una postura. Puede desarrollarse como efecto secundario de ciertos fármacos como ansiolíticos y antidepresivos, de ciertas drogas como la cocaína o de trastornos como el Parkinson muy avanzado, epilepsia, esquizofrenia o enfermedades psicogénicas. El pulso y respiración desaceleran, la piel palidece; es diferente al estado comatoso, pero la conciencia no se altera, se está despierto todo el tiempo. Su duración es indeterminada: de minutos a semanas. No todos los episodios son iguales, a veces el afectado puede escuchar sin reaccionar; en casos más graves no responde a los múltiples estímulos a pesar de estar vivo. Es algo parecido a la esquizofrenia catatónica.

Para confirmar el padecimiento se debe hacer un electrocardiograma y comprobar si el corazón sigue latiendo. Puede producirse lividez, pero no rigidez cadavérica (extremidades sin flexibilidad), manchas oscuras en la espalda (la sangre baja), palidez en mucosas y piel, deshidratación de córnea y enfriamento del cuerpo, lo anterior indica muerte, no catalepsia.

Por temor al entierro prematuro se crearon ataúdes de seguridad con mecanismos para un posible rescate, para alertar y mantener con vida, hubo varios modelos a lo largo del mundo y del tiempo, llegando a 1995 con la tecnología actual creado por Fabrizio Casell. Pero no se sabe si alguien se ha salvado por ellos. Edgar Allan Poe lo retrata en su cuento “El entierro prematuro”, donde mostró la obsesión por no tener un final así. Primero fue el miedo a la muerte, luego a ser enterrado vivo. El médico Christian Friedrich Garmann, en 1709, publicó su libro De Miraculis Mortuorum donde catalogaba a los que volvían de la tumba como milagros.

La tapefobia se extendió en Europa, Reino Unido y Estados Unidos, lo que llevó a varias medidas preventivas como el ataúd con campana. Se idearon distintos inventos en todo el mundo durante el siglo XIX, incluso uno obtuvo un reconocimiento de la Sociedad Francesa de Higiene y la Asociación de Londres para la Prevención del Entierro Prematuro. Tanta fue la preocupación que en la Inglaterra victoriana se fundó una sociedad para evitar el entierro prematuro por descuido médico.

Ese miedo llevó a la segunda medida preventiva: hacer manuales para concienciar sobre su peligro. En 1905 William Tebb y Edvard Wollman publicaron el libro Premature Burial and How It May He Prevented, donde recopilaron situaciones en dónde los médicos podían confundir una dolencia con muerte, desde el trance al estado catatónico; además de técnicas clásicas y novedosas para comprobar el estado del cuerpo.

Los antiguos griegos creían que alguien moría cuando se detenía el pulso y el aliento; en 1546, Miguel Servet fue el primero en exponer, en el occidente cristiano, la existencia de la circulación pulmonar parte del sistema circulatorio. En 1628, William Harvey propuso y comprobó que la sangre circulaba incesantemente, con lo cual descubrió la circulación sistémica. La muerte se entendió como el cese de latidos cardíacos. En 1799 Xavier Bichat definió a la muerte por primera vez como “el cese funcional del sistema nervioso, de la circulación, de la respiración y de la temperatura corporal”.[3] En 1959, Pierre Mollaret y Maurice Goulon establecieron el “coma sobrepasado” para pacientes con un grave daño cerebral, era un coma profundo donde no había reacción a estímulos, luego caían en paro cardíaco respiratorio indefinido. En 1968, el comité de la Escuela de Medicina de Harvard planteó el concepto “muerte encefálica”, la cual es el deceso total del individuo. Estos dos métodos para diagnosticar la muerte fueron más eficientes y precisos, pero, como se demostró, aún no son infalibles.

La catalepsia es un padecimiento aterrador que puede sucederle a cualquiera, algunos pueden ser más propensos por enfermedad, pero no puede descartarse totalmente, hay que tomar las medidas médicas que se indiquen. Aunque también se pueden tomar otras como François Thierry, quien en 1787 defendió y apoyo la creación de mortuorios en ciudades francesas para esperar a que los cadáveres presentaran los primeros signos de putrefacción. Esa, quizá, podría ser la opción más tardada pero definitiva.


Bibliografía

  • Real Academia Española (2013-): Diccionario histórico de la lengua Española (DHLE) [en línea] [Consultado https://www.rae.es/dhle/catalepsia#:~:text=f.,o%20de%20un%20estado%20hipn%C3%B3tico.]

  • REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.4 en línea]. [Consultado https://dle.rae.es/catalepsia ]

  • Mayen Arroyo, Baruc, “¡Aún no estoy muerto!”, Algarabía, número 166

  • Aguilar, Mar, “¿Qué es la catalepsia? La historia del hombre que se despertó tras ser declarado muerto”, Muy Interesante, (2021) [Consultado en https://www.muyinteresante.es/salud/articulo/que-es-la-catalepsia-la-historia-del-hombre-que-se-desperto-tras-ser-declarado-muerto-241627978300]

  • Macías, Carmen, “Tafofobia: del terror a la muerte al miedo a ser enterrado vivo en el siglo XXI”, El Confidencial, (2021) [Consultado https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2021-08-29/terror-a-la-muerte-al-miedo-a-ser-enterrado-vivo_3236106/]


Notas [1] Real Academia Española: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.4 en línea]. [Consultado https://dle.rae.es/catalepsia] [2] Mayen Arroyo, Baruc, “¡Aún no estoy muerto!”, Algarabía, número 166, p. 22. [3] Op. Cit. p. 24.


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