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Foto del escritor Alejandro Barraza

Libros, populismo, elecciones y confesiones

Escribo un domingo nublado y lluvioso en el que además de truenos a lo lejos, se escuchan a lo cerca indistinguible cantidad de pájaros cantando alegres por el agua que hace semanas no caía en la Ciudad de México. Estoy sentado en la mecedora de palma escribiendo en la computadora apoyada en mis piernas cansadas de tanto caminar y estar parado el día anterior durante varias horas en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica. Llevaba puestas unas botas color vino, mala decisión para un día movido. En “la Rosario Castellanos” miré y hojeé varios libros. No iba con la idea de comprar alguno, tengo varias decenas pendientes y el reto personal de acabar los 8 tomos de El Capital, de Marx, antes de acabe el año, pero fracasé como siempre que piso una bendita librería. De decenas de libros que miré los finalistas fueron sólo uso cuantos:


Dialéctica de la naturaleza, de Friedrich Engels, editorial Akal: $450 pesos. Demasiado caro en este momento; además sería un rival demasiado fuerte para El Capital. Descartado.


Historia General de México edición 2000, de El Colegio de México: $350 pesos. Precio razonable, pero ¿leeré pronto algún capítulo? Pronto no, pero he deseado este libro desde el primer semestre de la licenciatura que terminé hace ¡7 años! Si ya esperé tantos años unos meses no harán mayor diferencia.


El poder de los afectos en la política, de Chantal Mouffe, Siglo XXI: $220 pesos. Podría sacar un buen ensayo de este ensayo y entender un poco más por qué Andrés Manuel López Obrador es un gigante político y por qué el pueblo de México está tan conectado con su presidente como nunca antes en la historia lo había estado. Sin duda será el número uno en la lista de libros pendientes para comprar porque terminé no decidiéndome por él.


La fuga en un trineo de renos, de León Trostky, Siglo XXI: $175 pesos. ¡Qué historia tan más interesante narrada en primera persona por el propio Trostky! No tenía idea que el comandante del ejército rojo se hubiera fugado de Siberia en un trineo de renos. Grande sorpresa, pero no es una historia de fuga lo que estoy buscando.


Venezuela. Más allá de mentiras y mitos, de Arantxa Tirado, editorial Akal: $441 pesos. Si no fuera por el precio demasiado elevado pudo haber sido el ganador. Lo que nos dicen los medios de comunicación sobre Venezuela es que es una dictadura donde no hay democracia, donde el presidente está loco, encabeza un narcogobierno y reprime cualquier intento de oposición con sus implacables fuerzas de seguridad, donde hay pobreza extrema y la gente tiene que buscar comida en la basura. Estoy harto de la propaganda gringa en contra de los pueblos que se resisten al imperialismo. Este libro sin duda alguna trascendería esa propaganda. ¡Viva la República Bolivariana de Venezuela! ¡Viva el comandante Hugo Chávez Frías!


El regreso del camarada Ricardo Flores Magón, de Claudio Lomnitz, ediciones Era: $625 pesos. Aún tengo dudas si es el mejor libro biográfico de Flores Magón, o si acaso es el único. La duda más grande que tengo es sobre el autor, me parece reaccionario y ¿un reaccionario escribiendo una biografía de un anarquista? ¿Qué tanta seriedad y congruencia puede haber en tan importante tarea?


Obras escogidas Vol.1, de Marx y Engels, editorial Akal: $450 pesos. Me digo a mí mismo que será el primer libro de marxismo que compraré después de que termine de leer El Capital. No lo pienso mucho, aún no es tiempo, pero siempre que voy a una librería lo busco, lo hojeo y leo con detenimiento su índice encontrando siempre la misma respuesta: “lo quiero”.


¡Contrahegemonía, ya!, de Nancy Fraeser, Siglo XXI: $180 pesos. Un libro pequeñito sobre lo que la autora nombra “Neoliberalismo progresista” en donde las luchas identitarias se vuelven individualistas, en donde el neoliberalismo vende y comercia con el feminismo, la lucha LGBTTTIQA+, el antirracismo, buscando que la lucha de clases sea relegada a último término. Su propuesta para combatir al neoliberalismo progresista es el “populismo progresista”.  Hecho. Resultó ser el elegido.


Pienso en la inversión de las palabras: “progresismo popular”, pero soy partidario del populismo. Alguien dijo recientemente para mi cabeza que usar despectivamente el término “populista” decía más de quien lo usaba de esa forma que del sujeto descrito como tal. Quienes hablan del populismo como un mal lo que en realidad desprecian es al pueblo; por eso prefieren hablar de “ciudadanía” en lugar de “pueblo”. La ciudadanía como la ciudad es para ellos algo desarrollado, cosmopolita, civilizado. El pueblo, por el contrario, es algo atrasado, rural, corto, ignorante, subdesarrollado, incivilizado. En la ciudad y su ciudadanía escuchan orquestas de música clásica. En el pueblo y el pueblo escuchan bandas de música regional mexicana. Beethoven y Mozart son de buen gusto, Grupo Firme y la Banda MS son de mal gusto. Cada quién su música, pero lo cierto es que hay gente que desprecia y menosprecia al pueblo…


Ha parado de llover y ahora, además de pájaros escucho a los niños que caminan ruidosamente por los infinitos pasillos de Tlatelolco. Volteo para la ventana de mi departamento del tercer o cuarto piso (depende) y confirmo que sigue pegado mi poster de Clara Brugada, la próxima Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, exalcaldesa de Iztapalapa; y en una maceta, debajo de la ventana, en donde vive un helecho, está clavada una pequeña bandera blanca con el rostro de AMLO en blanco y negro que dice en letras guindas “Soy Obradorista”. Me la compró mi suegra el domingo 2 de junio, cuando en la noche de las elecciones salimos a festejar en el zócalo la victoria de Claudia Sheinbaum, la primera mujer presidenta de México en 200 años.


Esa misma noche vi niñas y niños de todas las edades en las calles, en los hombros de sus padres y madres, gritando “Es un honor estar con Obrador” y “Es un honor estar con Claudia hoy”. Niñas y niños que a su vez escuchaban gritar a una multitud “¡Presidenta! ¡Presidenta!”. En el Zócalo había señoras y señores de avanzada edad que seguro acompañaron a AMLO desde el desafuero y que hoy miran con felicidad e ilusión la llegada de quien será su sucesora. Pero sobre todo había jóvenes. Muchos jóvenes. De mi edad y más nuevos. Éramos mayoría. Eso, quizás, fue lo que más me sorprendió del momento histórico en el que no podía no participar, la cantidad de rostros jóvenes que nos encontramos cara a cara, llorando de nostalgia y sonriendo de felicidad en el corazón de la Ciudad de México.


Recuerdo que hace seis años, por estas épocas, mi padrino, hermano de mi papá, familia panista, me había escrito por Facebook un mensaje privado en el que me advertía que si ganaba AMLO se iba a sentir muy decepcionado de mí. Después de responderle unas cuantas verdades lo eliminé de mis amigos y lo bloqueé. En esta semana recién pasadas las elecciones parece que abrió otra cuenta y me mandó una solicitud de amistad que por supuesto ya eliminé. Para mí la política sí es motivo para, cuando menos, alejarse de ciertas personas sin importar si son amigos o familiares ¿por qué querría tener cerca de mí a personas que claramente defienden ideas y políticas racistas, clasistas, homofóbicas, machistas y además odian al otro?


También se ocurrió visitar el perfil de Facebook de una de mis tías panistas, sí, aunque se oiga como meme (o mame). En su perfil había una publicación del lunes 3 de junio que decía:


Lo que viví y vi ayer no concuerdan con los resultados de las elecciones, hicimos filas que duraban horas, todos teníamos puesta nuestra esperanza en un cambio, no puedo creer que haya tanta gente que votó por Claudia, yo no conozco a uno solo, será que estoy ciega. Pienso que si algunos votaron por ella seguro lo hicieron por los “programas sociales”, su beneficio inmediato, sin pensar en el futuro. Pero no fueron tantos, nos robaron no solo las elecciones, sino mucho más. Que tristeza ser testigo del mayor fraude electoral que ha existido.



Acompañada de una imagen de la Virgen de Guadalupe en la Basílica que a su vez decía: “¡Santa María de Guadalupe, Reina de México, salva nuestra patria y aumenta nuestra fe!”.

A la publicación le dio “Me gusta” mi madrina priísta que estudió ¡ciencia política!


¿Cómo explicarle a mi tía panista que su círculo cercano, elitista, no es representativo de su sección electoral y mucho menos de todo México? ¿Cómo explicarle que es imposible un fraude electoral en una elección en donde la diferencia entre el primero y el segundo lugar fue de 20 millones de votos y 32 puntos porcentuales? Mejor le confirmo que sí está ciega. Pero por otro lado ¿a dónde está la racionalidad y la mirada “científica” y social de mi madrina que estudió ciencia política?


La irracionalidad genera miedo, el miedo odio y el odio es la semilla del fascismo.

Tengo que escoger muy bien mis próximos libros.

 

P.D. Aquí algunas recomendaciones para los amables lectores:

¿Cómo conversar con un fascista?; de Marcia Tíburi, ediciones Akal.

¿La rebeldía se volvió de derecha?;de Pablo Stefanoni, Siglo XXI.

El Lawfare. Golpes de Estado en nombre de la Ley; de Arantxa Tirado, ediciones Akal.

Ternuritas; de David Bak Geller, editorial El Chamuco.

 

P.D.2 El pueblo, la gente más humilde, la gente obrera, campesina, trabajadora, de México puede haber leído tantos libros como aquellos que prefieren nombrarse como “ciudadanos”, pero tiene una inmensa ventaja, conoce la realidad del país mucho mejor que cualquiera porque ellos y ellas la labran.


“Tonto es el que piensa que el pueblo es tonto”.

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