Recuerdo mientras camino, camino diluyendo recuerdos, camino de piedras viejas.
Del otro lado de la acera un rostro conocido, de este, más cerca, otro. Me doy cuenta que ahora todos los rostros me son familiares.
Camino con la memoria, camino para no volver y sin embargo regreso.
Cruzo la puerta que separa mi hogar de la calle y me deslumbra el sol. Un sol que no calienta, un sol que me revienta, un sol como si fuese la luna.
Un viaje constante entre la tristeza y la alegría. Un viaje constante entre la memoria y el presente, un presente que se va convirtiendo, estelarmente, en memoria.
Un viaje es un viaje porque tiene fecha de inicio y de término, un viaje lo es porque siempre se regresa.
Mientras camino viajo.
Me gustaría viajar hacia tus labios, perderme en el remolino de tus besos, hundirme entre cada poro de tu piel, traspasarte, quedarme, y que fueses mi casa; yo un habitante, tú mi espacio, mi infinito.
No quiero que seas un viaje, quiero caminar contigo.
La soledad la siento cuando recuerdo. Recuerdo la compañía que me hace falta, cada quién ha tomado un camino que a veces no es propio, melancolía. Un camino, sin embargo, hacia el mismo destino.
Regresar al barro, barro tal vez.
Tu rostro quizá es, de entre todos, el que más familiar me parece. Será porque emergió después de la tormenta que me lavó completo. Será también por tu mirar, ese mirar me conoce mejor que cualquier otro ¿Magia? No, amor. Será el rostro de la alegría, mi alegría.
La tormenta volvió la tierra barro y el barro volvió a la tierra fértil. Tú eres de la tierra del barro y me sabes moldear con tu existencia alfarera.
La soledad no está cuando te tengo presente, lo que hay es compañía. Comienzo a recordarte para volver a la memoria un camino de momentos, un camino de letras para ti.
Tú fotografías nuestro presente y lo vuelves recuerdo. Camino contigo, y que solo quede tiempo en nuestro lugar, tiempo infinito. Yo lo escribo.
Viajo contigo.
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