Tengo un árbol, de extrañas flores rojas, textura escamosa y frijolitos rojos como fruto. Colorín le dicen.
Tengo un árbol
Lo encontré un día caminando cerca de aquella casa en la que viví 3 buenos años, etapa hippie quizá…
-y -dicen- que abrazar árboles te recarga de energía.
Me daba pena la neta, así que fui a una calle poco transitada y a siete pasos a mi izquierda- siempre a mi izquierda -lo encontré.
Había basura entre sus ramas y vi caídas otras pocas por algún rayo o un conductor pendejo…pa’ saber.
Lo vi un poco, lo toqué, sentí su textura entre mis manos y lo abracé de forma un tanto fugaz
- No estuvo mal m
e dije, y retomé mi paseo orgullosa quien sabe de que y con mis perritos de compañía
Volví al día siguiente, me di cuenta que eran dos árboles, traté un poco de quitarles la basura y – no recuerdo cuando- pero tomar sus frijolitos del piso se me fue haciendo costumbre.
Con el tiempo, los abrazaba sin importar las miradas curiosas, comencé a hablar con ellos, contarles cosas, pedir permiso, agradecer sus frutos y de cuando en cuando le hablé a la gente de aquella amistad y viceversa.
Sus semillas se fueron haciendo mi amuleto y nunca faltaron en mi altar, solía regalarlas a quienes me causaban buena impresión, mis seres queridos y sobre todo a mis amores: protección, abundancia, magia…
- Y dicen que si los llevas en tu bolso, nunca te faltará dinero.
Los llevaba conmigo a mis pequeños viajes- terrenales y no- los aventaba en cuatro direcciones al entrar: para avisar que llegué, para que me protejan y- por si me pierdo- me muestren mi hogar.
…y juro por mi vida que aquel día 22, aventando 5, me cumplieron un milagro- pero esa es otra historia.
Alguna vez, me dijeron que de esos árboles se componían los bosques encantados y yo quise creer que sí.
- Tienen propiedades mágicas mi señorita y son capaces hasta de matar un ser humano- me dijo un marinero que también amé.
Pasó el tiempo y mi hogar cambió de ubicación, no recuerdo si hubo despedida, pero tengo bien presente esa emoción y cariño de encontrarme a otros de su especie.
Hoy, no abrazo árboles, no hay altar ni hogar- físicos- hay por ahí’ un puñito de frijoles rojos entre mis pertenencias que hoy ordeno a la par de mi vida antes de volver a avanzar.
Hoy, me preparo para la primavera, retomo andanzas y enseñanzas, limpio mi tierrita y me dispongo a echar raíces. Hoy, soy ese árbol que tengo sin poseer.
Y rindo homenaje al aprendizaje que hay detrás de cada pequeña cosa y del simple acto de amar por amar y decidir que tienes un árbol por lo bello que despertó.
Tengo un árbol, o será que él me tiene a mi?... Y colorín colorado, está historia ha comenzado…a florecer.
- Este fragmento se guarda en la eternidad, pum pum pum, hoy amo, hoy abrazo
“et benedictus fructus ventris tui”
Gracias por existir
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