“Nuestro cuerpo es un instrumento de acción”- Henri Bergson
Comienzo este texto con una frase de Bergson porque trataré el tema de la acción. Llegó a mí la información sobre una performer argentina que trasiega críticas mediante la multidisciplinariedad a sus espectadores. Tomo al trasiego como mudanza, trastorno y movimiento, es una palabra inquietante que, al igual que la obra de la performer Marisa Busker, altera a la normalidad como una llamada de atención a nuestra muda complicidad.
Marisa Busker es performer, creadora, docente, investigadora, mediadora cultural y creadora del Laboratorio del performer. Comenzó su formación artística en el ámbito de la música clásica y de ahí se enfocó en la figura del performer, en sus propias palabras, “un performer antiguo y conviviente, elaborado a partir de sistemas relacionales abiertos y en escala”. Es importante destacar su estancia en distintos países como Holanda (1990-1998), India (1998-2002), Srilanka (2003) e Italia (2004-2006), porque es a partir de estos recorridos que ella adiciona herramientas fundamentales en sus performances como el canto; es así que, a partir de su vida misma y sus experiencias, ha logrado formar y formarse una expresión performática que vemos en sus presentaciones.
Busker fundó en el 2005 el Laboratorio del Performer en el que se dedica a la transmisión, investigación y producción de obra; esto implica la impartición de talleres y la difusión de su obra mediante presentaciones en distintas locaciones. Entre sus obras-performances destacan El templo del valle de la montaña, episodio 1: el diluvio (2008) y episodio 2: la cabaña del monte (2010), La canción del arpista (2012), Una canción para Teresa (2014), BEYA...(2016), ORIGINARIA (2019) y Un cuerpo en otros cuerpo [cuerpos sutiles] (actualidad). La artista cuenta también con dos libros publicados: El performer, un diamante latente. Diario de viaje. Música-Teatro-Danza. Transdisciplina-transcultura (2011) y El performer, un diamante latente II. Entre matrices. La danza escondida-Originaria. Transdisciplina-Transcultura (2022).
Las obras de Busker destacan por la experimentación pues emplean música y cantos contrastantes que alertan al espectador para obtener su total atención, como es el caso de la música carnática del sur de la India; a su vez se complementan con la actuación y la danza, porque hablan de una puesta en escena total, fuerte y emotiva que trata de expresar aquello que habita el interior de la artista. Los performance de Busker son conscientes de que el cuerpo es la herramienta principal para la expresión, para la transmisión de emociones e ideas, sobre esto la autora nos dice que “Busqué las calidades corporales, físicas, que las armo a través de una imagen en la mente, las transmito al cuerpo, para que mi cuerpo se transforme en algo distinto a un cuerpo cotidiano.” De sus varios viajes, la performer logró conectar con su cuerpo y con ella misma, el conocimiento de la corporalidad trae consigo control y consciencia, se trata de verse a sí misma como sujeto sintiente y canal de diálogo, es así que la acción se logra a partir de la expresión del ser.
Además del cuerpo mismo, una puesta en escena requiere de otros elementos que el cuerpo humano, por sí mismo, no ofrece como la luz y la escenografía. Marisa Busker es consciente del impacto de la tecnología en las artes y del lugar que ha tenido la escenografía en las puestas en escena; sin embargo, buscar cambiar el modelo tradicional, ella comenta que “El teatro burgués separa el escenario del público. Yo creo que hoy por hoy se trata de romper ese modelo”. Vemos entonces el caso de su performance “Originaria” en el que la escenografía es escasa con el propósito de acentuar las palabras, pero también cuenta con una versión virtual envolvente con dispositivos de imagen y voz; por otro lado está el performance “BEYA” que surge de una novela gráfica y en la que el vestuario y las luces resaltan más que los objetos escenográficos porque el cuerpo no necesita de tanto para actuar, el mensaje se puede expresar de mil maneras así como Marisa Busker lo demuestra.
Marisa Busker que hace del performance una experiencia para todos los sentidos y que recuerda a esos teatros isabelinos del siglo XVI en el que los espectadores eran parte de la misma obra al convertirse en cómplices y testigos de los actores. Por último, la puesta en escena de Busker comprende tradiciones milenarias que van desde el chamanismo hasta los elementos del siglo XXI como las concepciones del cuerpo femenino, es así como volvemos al trasiego, al constante movimiento y alteración de la quietud del pasado para impactar en el presente inquieto.
Me queda invitarles a acercarse a la obra de Marisa Busker, para el público argentino que desee ver sus obras presenciales, les dejaremos un calendario en Arte errante para conocer las fechas y locaciones.
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