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Abigail Campos

Último recuerdo, última cena

La comida es uno de los actos universales que todos los humanos compartimos a lo largo de la historia, se le puede llenar de sentimientos y forman toda clase de experiencias, puede ocurrir en cualquier lugar con ciertos horarios y normas, pero hay un grupo de personas que experimentan una comida diferente y única a la de los demás: los condenados a muerte en prisión.


En la antigüedad, la última cena de un condenado variaba según la nación, como en Francia, donde se les daba solamente un poco de alcohol porque el condenado se enteraba de su ejecución minutos antes; en Estados Unidos, donde es más común que se de a conocer, cada estado la ofrece antes de la ejecución, pero no se aceptan peticiones extrañas; en Florida es comida local y bajo los 40 dólares, en Oklahoma debe ser un platillo que no supere los 15 dólares y en Luisiana cenan con el alcalde de la prisión. En 1963 en Nueva York se abolió la pena de muerte, pero poco antes fue la última ejecución, en donde se permitía que escogieran lo que quisieran, hasta cigarros. Generalmente no se permite que pidan tabaco o alcohol. Se da la comida horas o días antes, pues se daban situaciones en las que iban perdiendo el apetito. En algunos estados los condenados comen su última cena solos en la celda, en otros se permite que los acompañe otro reo.


Hay muchos que ven con curiosidad este último acto y quieren retratarlo para que otros lo conozcan gráficamente, como Henry Hargreaves (No Seconds) y James Reynolds (Condenados a muerte), ambos fotógrafos, realizaron una sesión para mostrar las solicitudes de condenados a muerte. Por otro lado, la fotógrafa Jackie Black, se preguntó qué se sentiría pedir esa última cena antes de una ejecución por algo que se pudo o no hacer, con su exposición fotográfica de las últimas comidas y palabras de los ejecutado de finales del siglo XIX, en el Parrish Art Museum de Nueva York, buscó cuestionar la experiencia y provocar un poco de empatía respecto a la situación, además de cuestionar la relación con el sistema legal.


Según algunos medios, el origen viene de 1924 y se introdujo en las prisiones de Texas, pero las quitaron en 2011 con la justificación de que es un privilegio que no se le dio a las víctimas de los ejecutados, además porque el condenado Lawrence Brewer ordenó una extensa cena, pero no probó nada, se interpretó como una burla, desde entonces se les da la misma comida de la cafetería.


En ese mismo lugar se realizó un estudio de 1982 a 2003 en donde “mostraba que quienes se encuentran en el corredor de la muerte suelen pedir hamburguesas dobles con queso, patatas fritas, ensaladas, huevos fritos, enchiladas y jalapeños picantes, además de helados. Las pizzas y el pollo frito también suelen aparecer entre las peticiones.”[1]


Su importancia viene de que la comida lleva a evocar vivencias y sensaciones que tienen un buen lugar en la memoria, despiertan recuerdos profundos; los sabores y olores provocan nostalgia, por ello esa elección final de la comida provoca una respuesta emocional intensa que los que no pasan por esa situación no comprenden en su totalidad.


La artista Julia Ziegler-Haynes, artista y cocinera, tiene un proyecto “Today’s Special”, en donde recrea esas últimas comidas gracias a una extensa investigación de los registros públicos de las peticiones de hasta 4 horas antes de la ejecución. Encontró peculiar las decisiones, se le da más valor emocional hasta a las más arbitrarias. Este acto cautiva al público por lo común de sentarse a comer. La decisión, principalmente, podía deberse a un recuerdo, según Phoebe Elisworth profesora de psicología en la Universidad de Michigan, porque les recuerda a su hogar, un momento de su vida anterior. Algunos ven este acto como humanitario para los condenados, mientras que otros tantos lo ven para la sociedad, en un intento de suavizar el hecho de que estarían quitándole la vida a otro ser humano por la autorización de la ley.


Unos ejemplos son los de Roger Casement quien fue acusado de traición en Reino Unido, pidió pan sacramental por su reciente conversión al catolicismo, lo ahorcaron en 1916. Adolf Eichmann, involucrado en el holocausto, lo ahorcaron en 1962 en Israel, pidió una botella de vino tinto con la comida normal de la prisión (queso, pan, aceitunas, té). A Ted Bundy lo ejecutaron en 1989 en Florida en la silla eléctrica, se negó a su comida a pesar de que se la dieron. Víctor Feguer fue declarado culpable de asesinato en Iowa en 1963, pidió solo una aceituna para que naciera un olivo de su cuerpo como símbolo de paz, entre otras cientos de diversas peticiones a lo largo de los años.


Personalmente, las comidas o cenas siempre han sido muy significativas porque pocas veces las realizo sola, siempre es acompañada por personas apreciadas que resulta en una cálida experiencia. Pero cuando se trata de la última cena de un condenado a muerte, cambia su significado, se puede llenar de tristeza o de soledad, donde se vuelve real el inevitable final de sus vidas, quizá también puede estar cargado de ira o indiferencia. Tal vez, al ser algo tan cotidiano, no nos demos cuenta de su gran valor, no hasta que no tengamos una última cena, como suele decirse: no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes.


Bibliografía


Notas [1] Miguel Sola, “Estas han sido las últimas comidas de los condenados a muerte”, El Confidencial, 05/04/2017,Consultado en https://www.google.com/amp/s/www.elconfidencial.com/amp/alma-corazon-vida/2017-04-05/comida-condenados-a-muerte_1358667/

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